http://www.elpais.com/articulo/deportes/Apoteosico/paseo/Roja/elpdepfutmunart/20100712elpepudep_30/Tes
Los antiguos griegos concedieron a los atletas más famosos que habían alcanzado la victoria en los juegos Olímpicos, Piticos, Istmicos e Inemeos, unos honores tan extraordinarios que, no sólo recibían los aplausos del público en los escenarios cuando se levantaban con su palma y su corona, sino que al volver victoriosos a sus propios países eran conducidos como triunfadores en una cuadriga hasta las calles de sus ciudades de origen y además estaban exentos de pagar ciertos impuestos durante toda su vida como premio acordado por el Estado.
Al recapacitar ahora sobre estas costumbres, no deja de admirarme que no concedan honores similares, o aún mayores, a los hombres de ciencia y escritores que aportan innumerables beneficios a todos los pueblos y a lo largo de los tiempos. Ciertamente, sería mucho mejor establecer esta costumbre, pues los atletas consiguen fortalecer simplemente sus músculos mediante sus entrenamientos, pero los escritores no sólo perfeccionan su propia inteligencia sino también la de todos los hombres y con la información de sus libros fijan unas normas instructivas para alentar el talento y el ingenio de todos los hombres.
¿Qué utilidad ha proporcionado a la humanidad el hecho de que Milón de Crotona resultara invicto en todas sus competiciones?, ¿qué provecho han prestado otros muchos vencedores, si no es el de disfrutar de la fama entre sus conciudadanos mientras vivieron?
Pero las enseñanzas de Pitágoras, Demócrito, Platón, Aristóteles y de otros muchos pensadores, elaboradas día a día gracias a su incesante trabajo, han dado unos frutos nuevos y espléndidos tanto a sus propios conciudadanos como a todo el mundo.
Quienes han degustado sus abundantes enseñanzas desde la infancia, poseen una inmejorable sensibilidad intelectiva, establecen unas costumbres dignas y civilizadas en las ciudades, un cuerpo de derechos justos y unas leyes sin las que la ciudad no puede mantenerse a salvo.
Puesto que de la sabiduría de los hombres de ciencia han emanado tan importantes beneficios para todos, tanto individual como colectivamente, en mi opinión deben concedérseles palmas y coronas y, además, se les debe tributar los honores del triunfo, juzgándoles dignos moradores de las mansiones de los dioses.
Vitruvio. De Arquitectura. Libro IX.