miércoles, 5 de octubre de 2016

ABASTECIMIENTOS DE AGUA ROMANOS. Nuevas perspectivas

Publicado en:
DE AQUAEDUCTU ATQUE AQUA URBIUM LYCIAE PAMPHYLIAE PISIDIAE
The Legacy of Sextus Julius Frontinus
Antalya (Turquía), noviembre 2014
TRAIANVS © 2015


Resumen
Los abastecimientos de agua potable a las poblaciones romanas estaban formados por conducciones subterráneas, la mayoría de ellas diseñadas para su funcionamiento a presión con tuberías de diversos materiales. Éste puede ser el principal motivo del desconocimiento de la mayoría de ellos, ya que las tuberías metálicas fueron saqueadas sistemáticamente tras la caída del Imperio.
La fuente universal de suministro de agua para el consumo humano eran los manantiales de agua abundante, constante y de calidad. Las presas no eran adecuadas para este fin y debemos de concluir en función de las últimas investigaciones que no se usaron para ello.
La mayoría de los acueductos contaban con depósitos de decantación, a veces muy numerosos y de pequeño tamaño, pero otras muy grandes, enormes. Sin embargo, en contra de la creencia común, estos depósitos no almacenaban el agua para regular los caudales, es decir, no eran almacenes de agua. El mismo caudal que entraba en ellos, a veces muy grande, salía una vez decantado. Los caudales que no se consumían, se aliviaban para la limpieza del alcantarillado.
Las labores topográficas en los abastecimientos romanos eran complicadas pero muy precisas, al igual que los instrumentos utilizados. En este sentido, instrumentos topográficos como el corobate o la dioptra, requieren una revisión interpretativa, ya que los propuestos hasta hoy son prácticamente inservibles para esta misión. La interpretación del corobate en forma de mesa, procedente de Perrault en el siglo XVII, no se sostiene desde una traducción correcta de los escritos de Vitruvio.


Satisfacción de la demanda
El abastecimiento de aguas a las poblaciones en el mundo romano era una necesidad política y sanitaria. Al ser inexcusable para el mantenimiento del modo de vida romano, la dotación de agua a las poblaciones se resolvía incluso antes que otras de las obras públicas también muy necesarias para el desarrollo de la ciudad. No en vano, Plinio nos dejó escrito que “son las aguas las que hacen la ciudad”[1]. La posibilidad técnica del abastecimiento de agua potable a las ciudades condicionaba en la mayoría de las ocasiones el propio establecimiento de estas, incluyendo la posición exacta del núcleo urbano.
Vitruvio apunta claramente la necesidad de encontrar aguas en suficiente cantidad y calidad que posibilitase el desarrollo de la ciudad, así como la forma de comprobar su calidad, la de conducirla y la de distribuirla[2]. Para los gobernantes romanos el abastecimiento de agua se convertía en una prioridad, de forma que un servicio esencial como éste era cuidadosamente procurado, legislado y administrado. Los gobernantes lograban el respeto y la admiración de la población mediante la construcción de obras públicas y, entre ellas, las destinadas al suministro de agua, contaban con el mayor de los aprecios. El efecto benefactor que sobre el pueblo tenían los acueductos, era la mejor publicidad que gobernantes y potentados podían hacerse en aquella época y desde luego no desaprovechaban la ocasión de perpetuar el hecho en inscripciones colocadas al efecto.

Acueducto de Éfeso (Turquía).
Esplendidas arquerías con inscripción publicitaria fácilmente sustituible por un sifón con tuberías. Pero precisamente, el paso de la vía de Éfeso a Magnesia, requería publicitar esta obra con la leyenda: “C. Sextilius Pollio, Offilia Bassa, su mujer C. Offilius Proculus, y sus hijos, reunieron sus recursos para construir este puente”. Unas tunerías bajo el camino no habrían glorificado a nadie.

Las obras de conducción de las aguas, desde su lugar de origen hasta el lugar de distribución o depósito, eran muchas veces técnicamente complicadas y siempre costosas. Pero, la población, no apreciaba convenientemente estas realizaciones si finalmente quedaban ocultas, como ocurría la mayoría de las veces. Tal vez, por estos motivos, en no pocas ocasiones se optaba por vistosas obras dudosamente necesarias, pero de un efecto publicitario indudable. Son muchos los casos en los que las grandes arquerías podrían haberse sustituido por sifones mediante tuberías, igualmente eficaces y más baratos de construir.

Captación del agua de boca
Es necesario insistir aquí en la cuestión fundamental de la calidad del agua de boca como el factor prioritariamente buscado por los romanos para el abastecimiento. En los textos de Frontino vemos hasta qué punto fue importante la calidad y el sabor del agua en Roma, problema que llegó a ser considerado asunto de Estado. Del mismo modo, encontramos en estos textos muchas de las técnicas empleadas para conseguir la mejor de las calidades en la captación, o destinar a los usos más convenientes las aguas que no eran las mejores.
Los romanos buscaban el agua de mayor potabilidad, entendiendo con ello la que en origen era la más clara, la más fría, la captada a mayor altura y la de mejor sabor. A continuación, insistían en conservar estas cualidades a toda costa, cubriendo los canales y evitando los rayos solares, impidiendo el arrastre de sólidos mediante la disminución de la velocidad del agua y eliminando el contacto con materiales erosionables.
De esta forma, han surgido tesis que vienen a confirmar estos afanes imperiales que nos describe Frontino. Tras un estudio técnico-constructivo que concluye que las presas de Mérida no son de origen romano, la duda se acaba extendiendo de forma razonable a poner en cuestión el destino del agua represada, estancada, o de mala calidad, para el consumo humano en el mundo romano[3].
Los textos clásicos apoyan continuamente el celo de los técnicos romanos para preservar la salud de la población. Vitruvio, libro VIII, 3[4]: “Por todo esto, debe ponerse la máxima atención y habilidad en buscar y elegir bien los manantiales para proteger la salud de los humanos”. Paladio, I, 4[5]: “La salubridad del agua se reconoce así: ante todo que no proceda de estanques o charcas...”
Por tanto, debemos considerar acertada la conclusión de que el agua de boca en el mundo romano era buscada fundamentalmente en manantiales de calidad, en galerías de captaciones hechas al efecto, o en aguas de montaña, frías y de calidad, captadas a partir de pequeños lagos o arroyos de montaña. Los pozos solo cubrirían los abastecimientos sin posibilidad de proceder de las captaciones anteriormente mencionadas. Las presas, como agua estancada que son, no solían reunir la calidad suficiente para la función sanitaria buscada y, si en algún caso la reunían, esta calidad, no era ni permanente ni comprobable por la tecnología romana, que para estos casos se basaba en métodos empíricos. Existiendo la posibilidad de captar de manantiales y la técnica suficiente para traer el agua de muy lejos, en ocasiones de lejísimos, el riesgo de confiar la salud de la población al agua embalsada, por buena que fuera, era muy alto y con ello alejado de los usos, la inteligencia y el pragmatismo romano.

Las presas y el agua de riego
El papel de las presas en el mundo romano, tampoco está suficientemente clarificado hoy. Dado que las últimas investigaciones parecen evidenciar que el almacenamiento de agua no era para el consumo humano, solo se encuentra sentido a estas estructuras por su uso para la agricultura, en los regadíos de grandes extensiones. Las grandes parcelaciones agrícolas del mundo romano ocupaban terrenos llanos y perfectamente regables, muchos de los cuales aún hoy cumplen con esa misión.
La irrigación supuso un aumento espectacular de la riqueza agrícola y la posibilidad de producir en grandes cantidades especies alimentarías de gran valor, las variedades hortofrutícolas del momento. El mercado generado a partir de estas producciones creó zonas de enorme riqueza donde antes apenas sobrevivía una menguada población indígena. En muchos casos, se conocen grandes presas romanas presentes en el terreno y, sin embargo, la zona regable o la huella de las parcelaciones, se desconoce.
En España, las presas claramente romanas, como ocurre con las otras estructuras de esta época, son muy escasas, mucho más escasas que las que se suponen como tales[6]. Entendemos como claramente romanas, aquellas que se ajustan en su fábrica a los procedimientos constructivos de esta época.
El caso de la presa de Almonacid de la Cuba (Zaragoza), con una capacidad de embalse de seis millones de metros cúbicos y una pared de cierre de treinta metros de altura, se calcula que regaba más de siete mil hectáreas[7]. Probablemente una de las presas más altas del orbe romano, aunque la mayor parte de la fábrica que se ve, no la consideramos romana, sino fruto de recrecimientos posteriores.
De entre las presas verdaderamente romanas, conocidas en España, solo podemos ocuparnos por su certeza de esta datación de la de Almonacid de la Cuba (Zaragoza) y de la de Muel (Zaragoza). La romanidad de Proserpina y Cornalvo, en Mérida, se ha puesto en duda recientemente[8], con criterios bien fundados. Otras muchas, que hoy se consideran romanas en España no reúnen características estructurales ni datos suficientes para considerarse como tales. Y no faltan aquellas en las que reformas o ampliaciones posteriores enmascaran o dificultan la identificación de la parte romana. Como el caso de la presa situada en la ciudad romana de Andelos (Navarra), que hoy se promociona como de abastecimiento romano de agua de boca a aquella ciudad[9], aunque no se corresponde en absoluto con las características de una fábrica romana.
Es necesario plantear claramente que, el número de presas consideradas romanas, principalmente en España, es enorme. Pero, realmente, las pruebas de tal extremo son prácticamente nulas, además de no responder ninguna de ellas a modelos constructivos romanos. Los propios argumentos de algunos de los autores que defienden pertinazmente la finalidad de las presas romanas para el abastecimiento de agua de boca[10], se retroalimentan en estos datos afirmando: “Los estudios más actualizados que conocemos sobre el tema, señalan la existencia de 73 presas o azudes de origen romano en territorio español”[11]. Hay que pensar por tanto que, otras muchas presas antiguas del orbe mediterráneo que se hacen pasar por romanas, requerirán en un futuro próximo de un estudio pormenorizado que determine la asignación, o no, al grupo de las estructuras claramente romanas.

Conducir el agua.

El agua rodada.
Los ingenieros saben que el compromiso existente entre la velocidad del agua en los canales y la durabilidad de la obra responde a un equilibrio difícil de mantener. La velocidad del agua en los canales depende directamente de la pendiente del fondo de estos. A mayor pendiente, mayor velocidad. La rugosidad del perímetro mojado también condiciona la velocidad, pero en mucha menor medida.
En el mundo moderno también existen canales y acequias que se arruinan con facilidad, por defectos de diseño derivados de la pendiente, o de otros factores que provocan regímenes turbulentos del agua. Las reparaciones, siempre costosas, obligan al revestimiento con materiales más resistentes y duraderos.
Asombra leer como Plinio[12]  en su historia Natural (XXXI,) indica que: los canales deben ser lo más sólidos posible y con una pendiente de no menos de un cuarto de pulgada por cada cien pies de longitud. Esta pendiente, extraordinariamente pequeña, equivale a 20 centímetros de caída por cada kilómetro, un 0.02 %. A pesar de esto, es la pendiente más frecuente en los canales romanos conocidos. De hecho, canales como el de Nimes (Francia), con 52 km de longitud, apenas la supera y mantiene pendientes menores en gran parte de su recorrido.
En contra de lo que se ha creído hasta hoy, la formación de concreción calcárea en los acueductos no suponía necesariamente, en sí misma, la amortización del mismo. El mantenimiento constante del acueducto era una realidad, en los momentos en los que la administración romana estaba vigente. Se conocen, en algunos de los acueductos de Roma, labores de repicado de la propia concreción calcárea para liberar la sección del mismo. No ocurrió lo mismo en el acueducto de Nimes (Francia), o en el de Colonia (Alemania). Aquí, probablemente en las épocas de crisis de finales del Imperio, con la administración estatal ya desaparecida, o sin técnicos competentes que resolvieran la situación, la falta de las labores de conservación evitaron la retirada de la concreción calcárea, o la adopción de otras medidas que evitasen la muerte del acueducto.
Siempre se disponían pozos de registro regularmente repartidos para facilitar el mantenimiento del canal. En las galerías excavadas en la roca, además, estos pozos servían para facilitar la excavación simultánea en varios frentes y la retirada de los materiales. También servían para ventilar el conducto, para facilitar el replanteo de la obra a través de la introducción de las principales alineaciones (mediante cuerdas y plomadas) y, finalmente, para balizar en superficie el trazado, controlando la zona de afección del acueducto.
El control geométrico que el ingeniero romano disponía de estos canales subterráneos era casi total. Hoy mismo, revestiría una gran dificultad el replanteo de galerías estrechas de varios kilómetros de longitud. Pero, en el mundo romano, se sabe de la existencia de varias de ellas de una impresionante longitud. El canal de Albarracín a Cella (Teruel), tiene una galería de cinco kilómetros de longitud, registrada toda ella con pozos de hasta 60 m de altura[13]. Esta longitud, es comparable a la de la galería al que sirvió para drenaje del lago Fucino (Italia), de 5,64 km, realizado en tiempos de Claudio, aunque aquél se construyó con pozos de hasta 122 m de altura[14]. Existen mayores longitudes de túneles en el Imperio, por ejemplo, sabemos que el del acueducto de Aix-en-Provence (Francia) tiene unos siete km de longitud y pozos de 80 m de altura[15]. El acueducto de Drover-Bergh-Tunnel (Alemania) apenas tiene uno de 1,66 km, pero, se sospecha que, el de Bolonia (Italia), tiene hasta unos 20 km de túnel ininterrumpido[16]. Finalmente, se ha descubierto hace pocos años por el profesor de Hidromecánica de la Universidad de Darmstadt, Matthias Döring, que el acueducto de Gadara (Jordania) tenía 106 km de túnel. Prácticamente todo el acueducto es una galería ininterrumpida.

Final de la excavación en terreno rocoso e inicio del revestimiento abovedado de la galería, que progresa en terrenos sueltos. Galería del acueducto del Gier, en la llamada Cave du Curé, en Chagnon (Francia).

El agua forzada
Cuando los caudales eran menores, o la ocasión aconsejaba la solución técnica de conducción forzada, se recurría a las tuberías. Estas podían ser fundamentalmente de cerámica, de plomo o de piedra. En ocasiones, toda la conducción se desarrollaba por tubería a presión. Otras veces, solo era un tramo el que se realizaba con esta solución.

Instantánea del gran sifón de Patara (Turquía), con tubería de piedra.

Los sifones se resolvían siempre mediante tubería o grupos de ellas. Disponían de fábricas específicas para la sujeción al terreno de las tuberías, si así lo requería la presión que debían soportar (altura de agua). Estos elementos técnicos, en contra de lo que habitualmente se piensa, fueron muy habituales en el abastecimiento de las ciudades, y en algunos casos con magnitudes espectaculares.

Rara vez han llegado hasta nosotros los tubos de plomo romanos. Los que quedaron en superficie se saquearon tras la caída del Imperio por el valor del metal. De los miles de toneladas de tubería de plomo que componían los cuatro sifones gigantes del acueducto del Gier con destino a Lugdunum, actual Lyon, no se ha encontrado ni rastro de este preciado metal. Solo ha pervivido en el propio nombre de la ladera sobre la que se sustentaba uno de los sifones, el de Genilac, hoy llamada “la Plombière”.


Decantación
Los romanos no tenían posibilidades de depurar el agua desde el punto de vista bacteriológico o químico y de ninguna forma podían arriesgarse a que el agua tuviera contaminantes de ese tipo.

Por ello, se procuraban cámaras especiales donde se forzaba la disminución brusca de la velocidad del agua, ensanchando repentinamente la sección del canal. De esta forma las partículas en suspensión se sedimentaban en el fondo, decantando. Para un caudal constante, el aumento de la sección en proporciones enormes, que es lo que ocurre cuando un canal entra en un gran depósito, disminuye la velocidad en la misma proporción. Si, además, se obliga a circular al agua con un régimen lentísimo, durante mucho tiempo, la eliminación de sólidos en suspensión será total. El agua se convertiría así en cristalina, por muy turbia que llegase al depósito.
En ocasiones, el propio depósito se constituía en sí mismo como una gran obra de ingeniería por su inmenso tamaño. Es famoso el caso de Cartago (Túnez), donde el inmenso decantador estaba formado por quince cámaras paralelas, alargadas, de 7,4 x 102 m de longitud cada una. Un auténtico coloso con un volumen de cerca de 60.000 m3. En estos casos, mientras algunas cámaras se limpiaban de los fangos del fondo, otras permanecían llenas, decantando.
En contra de lo que se cree comúnmente, parece demostrarse ahora que en el mundo romano no se almacenaba el agua. Estos inmensos depósitos no eran almacenes (reguladores de caudal), si no que su misión era, simplemente, decantar y depurar de sólidos el agua. Cada litro que entraba en estos decantadores, siempre por la parte superior de las cámaras, salía por el otro extremo, de nuevo por la parte superior. A veces tardaba días en efectuar el recorrido, a velocidad prácticamente cero. Éste y no otro es el secreto de la decantación. Quienes defienden que estos depósitos eran almacenes (aljibes), no consideran que el caudal aportado por el acueducto (a veces por varios de ellos) era enorme, y muy constante durante todo el año. Estos depósitos solo tienen salidas inferiores en raras ocasiones para desagüe de fondo, para la limpieza, que no para el aprovechamiento de agua almacenada, que además estaría llena del fango decantado. Este tipo de postulados derivan de la tradicional falta de intervención de técnicos competentes en la materia, que se hayan ocupado de estos extremos, cuestión por la que en ocasiones se asigna a la técnica hidráulica romana unas capacidades muy inferiores a las que realmente tenia.

Vista interior de una de las cámaras decantadoras de Cartago (Túnez). Foto: J. C. Litaudon.

Por lo tanto, la regulación de los caudales, prácticamente no existía en la mayoría de los abastecimientos de agua potable a las poblaciones romanas. El agua que se captaba de los manantiales, llegaba al decantador, quedaba limpia y salía de él, se distribuía por tubería, y se desaguaba finalmente a través de las fuentes y de los puntos de consumo, llegando finalmente hasta los sistemas de cloacas un volumen casi igual que el que había entrado por el acueducto. El agua necesitaba tener una salida en las horas de menor consumo, cuando los grifos de las casas permanecían cerrados, o cuando los baños públicos cerraban. Aunque en las piscinas de las termas el flujo era constante, podían hacerlo disminuir en las horas de menos uso, mediante el cierre de válvulas.
Por las noches, los aliviaderos de la red de distribución funcionaban al máximo. En algunos puntos, el canal aliviaba directamente a las cloacas cuando el calado superaba ciertos límites al no ser consumido. Pero, el gran número de fuentes dispuestas por la ciudad, cumplían también con ese cometido. Entre todos estos puntos, cumplían una nueva misión no menos importante que asegurar el consumo, y mencionada en sus escritos por Frontino, la limpieza a fondo de la red de alcantarillado.
Pero, ¿realmente existían casos en los que los romanos almacenasen el agua de boca? Atención a estas palabras de Plinio[17]: “Los médicos investigan que tipos de aguas son las más adecuadas para el consumo. Condenan con razón las estancadas e inmóviles, considerando mejores las que fluyen, que se purifican y mejoran con el recorrido y la agitación, por eso me causa asombro que algunos den su aprobación entusiasta a las aguas de cisterna… Los médicos reconocen que el agua de cisterna es inadecuada para el vientre y la garganta por su dureza y que hay en ella más limo y más insectos repugnantes que en las demás”.
De esta forma, y atendiendo a este nuevo punto de vista de la gestión de los caudales de abastecimiento romanos, no encontraremos muchos casos de depósitos que puedan considerarse de almacenamiento (reguladores). La mayoría de los que hasta la fecha se han considerado como tales, son meros decantadores-distribuidores, ya sean grandes o pequeños. Depósitos claramente reguladores, auténticos almacenes de agua, pero poco significativos para la ingeniería romana por tratarse ya de periodos de la antigüedad tardía o altomedieval, son las cisternas de Constantinopla. Entre las numerosas cisternas que se construyeron en la ciudad, en tiempos de Justiniano, en el siglo VI, destaca la de Yerebatan, o Casa de la Medusa, con 80.000 metros cúbicos de capacidad. Respondió, esta necesidad, a los sucesivos asedios de los periodos inestables que sufrió la ciudad, al deterioro de los acueductos imperiales heredados y, en buena parte, a la caída tecnológica que impedía dotar a la ciudad de nuevos acueductos o reparar los destruidos. La propia cisterna de Yerebatan, se construyó con los despojos de los formidables monumentos paganos, condenados por el cristianismo, pero construidos con un nivel técnico y científico prácticamente muerto, tanto como el resto de la ciencia y la forma de vida de la Roma Eterna. La primera gran epidemia de peste negra conocida en Constantinopla, es coetánea a la construcción y al empleo de esas cisternas. Se daba así el pistoletazo de salida a la miseria técnico-científica medieval tras la muerte de la ingeniería sanitaria romana, que no pudo ser superada nunca hasta nuestros días. En efecto. El almacenamiento de los ya escasos volúmenes de agua dejó sin saneamiento el enorme alcantarillado de Constantinopla, convirtiéndose así en un gigantesco nido de ratas y estupendo caldo de cultivo para la expansión de la bacteria yersinia pestis. Ratas y pulgas llevaban hasta el hombre la espantosa enfermedad que llegó a diezmar Europa durante siglos.


La clave topográfica
De la observación y del análisis detenido de las obras de abastecimiento de aguas que hasta nosotros han llegado, hemos deducido las técnicas de captación y canalización empleadas por los romanos, sus características constructivas, los materiales empleados y su excelencia en general. Estos acueductos funcionaron durante tres o cuatro siglos con un alto grado de eficacia, permitieron la salud de la población y la supervivencia de una civilización muy avanzada en todos los campos de la ciencia. Pero es que, realmente, fue la ciencia misma la que permitió la existencia de estas canalizaciones.
Las labores de nivelación de estos canales, muchas veces de varias decenas de kilómetros, revisten una notable dificultad, incluso para los instrumentos ópticos que modernamente hemos manejado en la técnica topográfica. Los resultados obtenidos por los romanos sólo son posibles mediante una nivelación científica rigurosa. Es obligado conocer con precisión técnicas avanzadas de topografía, así como la forma del planeta Tierra, sus dimensiones, y la influencia que éstas tienen en las nivelaciones de gran longitud[18]. Siendo necesario conocer todo esto, es imprescindible también contar con aparatos de precisión que permitan recoger los datos altimétricos principales para el estudio y proyecto del acueducto, así como el traslado al terreno el necesario replanteo de la obra[19]. Se conocía con precisión la influencia de la esfericidad de la tierra en la nivelación de las aguas, al menos desde su postulado por Arquímedes[20]. Ya se sabía que trabajar con visuales largas, en las labores de nivelación, ocasionaba errores mayores que cualquier otro a considerar.
La instrumentación utilizada para la nivelación de las aguas era variada. Se sabe que la Dioptra se usaba para fines de nivelación, pero, como el mismo Vitruvio nos anuncia, en las nivelaciones de precisión era utilizado el corobate. Ambos instrumentos han sido objeto de interpretación en los últimos siglos, ya que solo unos pocos textos clásicos los describían vagamente. Después de comprobar el poco acierto de las reconstrucciones hasta ahora propuestas, con aparatos resultantes totalmente ineficaces, nosotros hemos realizado la reconstrucción de ambos aparatos siguiendo las descripciones de los textos clásicos disponibles. Así, hemos comprobado que tanto la Dioptra[21], un verdadero teodolito de la antigüedad, como el corobate[22], tenían una precisión y una eficacia admirables y en todo caso, suficiente, para su uso en los grandes retos de la obra pública que los romanos nos legaron.
La clave del error introducido por Claude Perrault[23] en el siglo XVII, fue interpretar la palabra “ancones” como patas, cuando la traducción correcta es “ménsulas”. Los otros autores que dibujaron el corobate en las traducciones de Vitruvio del siglo XVI, describen el corobate correctamente, con ménsulas en sus extremos.

Dioptra reconstruida y patentada por nosotros. Expuesta y presentada con frecuencia en los sucesivos actos de Tarraco Viva, en Tarragona y en otros similares de Segovia, etc.

Las pruebas a las que hemos sometido al nivel romano, en directa competencia con el nivel moderno dotado de óptica, han dado como resultado una precisión comparable entre ambos y por tanto adecuada para las más difíciles de las nivelaciones como las que hemos mencionado.

Esquema de funcionamiento del corobate descrito por Vitruvio. Reconstruido, ensayado y patentado por nosotros en 2004. “El corobate es una regla recta de aproximadamente veinte pies de largo (unos 5,92 m). En los extremos posee unas ménsulas que se corresponden con exactitud, poseen la misma medida y están fijadas en los extremos de la regla formando un ángulo recto”. VTRUVIO: De Architectura libri decem, liber VIII, cap. V, 1.


Conclusiones:
Nos quedan por descubrir muchos acueductos romanos cuyas características nos asombrarán de nuevo. Muchas de las técnicas utilizadas aún nos permanecen ocultas ante la falta de un análisis riguroso de estas obras.
Aún no sabemos si la elevación del agua por medios mecánicos fue habitual en el mundo del abastecimiento de aguas romano. A pesar de la escasa rentabilidad de este medio, en una civilización cuya tecnología permitía conducir por gravedad el agua a lugares inverosímilmente altos, hemos conocido grandes depósitos de agua situados decenas de metros sobre la cota de llegada del impresionante canal romano excavado en la roca, en la ciudad de Vxama[24].
Las asociaciones entre los depósitos encontrados y las distintas canalizaciones conocidas o por conocer, no están resueltas en la mayoría de las ciudades romanas en las que al menos han aparecido algunos de los otros elementos del acueducto. En otros casos, no se ha resuelto el emplazamiento de las fuentes, o el trazado de gran parte de la canalización. Y, en la gran mayoría de las ciudades romanas, no se ha resuelto ninguna de las incógnitas que intervienen en el problema.
Pero ciertamente solo un alto nivel científico y tecnológico posibilitó estas realizaciones, y desde estas premisas deberán acometerse los estudios de los acueductos romanos, así como de todos los campos de la ingeniería de esa época en general, si se quiere avanzar de forma seria en el conocimiento de la civilización romana.


Bibliografía:

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· PERRAULT CLAUDE, 1673: Les Dix Livres d’architecture de Vitruve, corrigez et traduits nouvellement en françois avec des notes et des figures.
· PLINE L'ANCIEN. Histoire Naturelle.
· VITRUVIUS: De Architectura libri decem.

[1] Plinio el Viejo. Historia Natural, XXXI, 4.
[2] VITRUVIO. Libro VIII. Los diez libros de arquitectura.
[3] Feijoo Martínez, S. 2005: Las presas y los acueductos de Agua Potable, una asociación incompatible en la Antigüedad: El abastecimiento en Augusta Emerita. Published in Augusta Emerita. Territorios, Espacios, Imágenes y Gentes en Lusitania Romana. Nogales Barrasate, T. 2005 (Ed. científica). Mérida (Spain).
[4] VITRUVIO. Los diez libros… ob. cit.
[5] PALADIO: Tratado de Agricultura. Biblioteca Clásica Gredos, nº 135. Traducción Ana Moure Casas (1990).
[6] La literatura existente al efecto, como ocurre con otras estructuras, data como romanas casi todas las presas antiguas sin documentación o cuyo origen no ha sido probado en una época determinada. A modo de resumen, puede verse el gran número de presas supuestamente romanas, aunque olvida la de Muel que sí que lo es, recogidas en la obra:
Díez-Cascón Sagrado, J y Bueno Hernández, F. 2003: Las presas y embalses en España. Historia de una necesidad. I. Hasta 1900. Ministerio de Medio Ambiente.
[7] Hereza, J. I., Arenillas, M., Díaz-Guerra, C., Cortés, R., Beltrán, M., Viladés, J. M., Sesma, A., Utrilla, J., Laliena, C. 1996: La Presa de Almonacid de la Cuba.
[8] Feijoo Martínez, S. 2005: Las presas y los acueductos de Agua Potable, una asociación incompatible en la Antigüedad… ob. cit.
[9] MEZQUÍRIZ IRUJO, M. A. 2004, pp. 287-318: De hidráulica romana: el abastecimiento de agua a la ciudad romana de Andelos. En: Trabajos de arqueología navarra, Nº 17.
[10] Aranda Gutiérrez, F. 2006: Las Presas de Abastecimiento en el marco de la Ingeniería Hidráulica Romana. Los casos de Proserpina y Cornalbo.
[11] CASTILLO BARRANCO, J. C., ARENILLAS PARRA, M. 2002: Las presas romanas en España. Propuesta de inventario. I Congreso de Historia de las Presas. Libro de actas. Diputación de Badajoz.
[12] Pline l'Ancien. Histoire Naturelle. XXXI, 31 (VI.) 1. Traduction française: É. Littré.
[13] MORENO GALLO, I. 2010. Análisis técnico y constructivo del acueducto romano de Albarracín a Cella. Las técnicas y las construcciones de la Ingeniería Romana. V Congreso de las Obras Públicas Romanas. Córdoba, 2010.
[14] DURAND-CLAYE, A. 1978 : Mèmoire sur le desséchement du Lac Fuccino. Paris, Dunod. Annales des Ponts et Chaussées, XV.
[15] LEVEAU, P. 2006, pp. 93-108 : Les aqueducs d’Aquae Sextiae et la gestion de l’eau sur le territoire de la cité. Extrait de MOCCI Florence et NIN Nuria, Aix en Provence. Pays d’Aix-Val de Durance (13-4). Paris. Maison des Sciences de l’Homme.
[16] GIORGETTI, D. 1985, pp. 37-107: L’acquedotto romano di Bologna: l’antico cunicolo et i sistema di avanzamento in cavo cieco. Acquedotto 2000. Bologna. L’acqua del duemila ha duemila anni.
[17] Plinio el Viejo (XXXI, 21, 31, 34): Historia Natural.
[18] MORENO GALLO, I. 2004, pp. 25-68: Topografía Romana. II Congreso Europeo Obras Públicas Romanas. Tarragona, octubre de 2004. Libro de Ponencias. Tarragona.
[19] Ídem.
[20] Asunto mencionado por VITRUVIO: De Architectura libri decem, liber VIII, cap. V, 3: Quizá algún lector de las obras de Arquímedes dirá que no se puede hacer una nivelación fiable por medio del agua, porque Arquímedes sostiene que el agua no tiene una superficie horizontal, sino que es de forma esférica y tiene su centro en el centro de la tierra”.
[21] MORENO GALLO, I. 2006, pp. 357-367: Dioptra.Nuevos Elementos de Ingeniería Romana. III Congreso Europeo Obras Públicas Romanas. Astorga, octubre de 2006. Libro de Ponencias.
[22] MORENO GALLO, I. 2004, pp. 25-68: Topografía Romana… ob. cit.         
[23] PERRAULT CLAUDE, 1673: Les Dix Livres d’architecture de Vitruve, corrigez et traduits nouvellement en françois avec des notes et des figures.
[24] GARCÍA MERINO, C. 2006: Avance al estudio del acueducto de Uxama. Nuevos Elementos de Ingeniería Romana. III Congreso Europeo Obras Públicas Romanas. Astorga, octubre de 2006. Libro de Ponencias.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

PUENTES ROMANOS DE EXTREMADURA. Entre la restauración y el desastre


Isaac Moreno Gallo


Los puentes romanos son ya muy escasos en la actualidad. La mayoría han sido destruidos por las fuerzas de la hidrodinámica de los últimos dos milenios, las mismas que han intervenido en los ríos a los que sirvieron de paso. Particularmente, en la Península Ibérica, quedan unos pocos, aunque excelentes ejemplares, en la vertiente atlántica. Apenas superan la treintena, repartidos entre Portugal y España (Durán 2005). En la vertiente mediterránea, no ha logrado conservarse ninguno entero, sólo cuatro de ellos pueden considerarse romanos y, de ellos, sólo dos conservan la rosca, en la cabecera de la cuenca del Ebro, en Cerezo de Rio Tirón, cerca de Burgos. Sin embargo, Martorell (Barcelona) y Pertusa (Huesca) no conservan más que unas pocas partes de la época romana. Extremadura cuenta con ejemplares tan notorios como el de Alcántara y otros, también muy interesantes. En Mérida, el puente sobre el Guadiana, el del Albarregas, y la Alcantarilla. Otros, son el de Segura, Cáparra, Alconétar…  Todos ellos han sido intervenidos por restauraciones más o menos afortunadas, y más o menos disculpables, en función en la época en que se hicieron, ya que los medios y el conocimiento, que de este tipo de fábricas se tenía, era más precario que lo que hoy en día ya sabemos de ellas. 

Ciertas nociones básicas que la mayoría de los puentes romanos presentan en sus características constructivas, no se han conocido hasta bien recientemente. Los sucesivos puentes construidos, incluso intencionadamente “al estilo romano”, no han logrado imitar exactamente estas características. Ni el dimensionamiento, ni muchas de las técnicas de trabado de los sillares se han dominado después de los romanos tan magistralmente. Ha habido que esperar al siglo XXI, para que estudios serios sistematizaran la técnica constructiva de los puentes romanos (Durán 2005), y establecieran una serie de rasgos comunes a todos ellos, con una personalidad única que los puentes romanos tienen y que los hacen diferentes a los de otras épocas. http://www.traianvs.net/pdfs/2005_duran.pdf  Son características comunes a la inmensa mayoría de los puentes romanos, los sillares almohadillados, bien trabajados y trabados entre sí, las uniones a hueso, sin argamasa de ningún tipo ni calces de piedras menudas. La alternancia de los tizones entre las distintas hiladas de sillares, una modulación del tamaño de los sillares uniforme y un grosor generoso de las roscas de las bóvedas. Rasantes horizontales, ancho notable de la calzada, etc. Quien ha examinado con criterios acertados un buen número de puentes romanos, y los ha comparado con los de otras épocas, difícilmente es conducido al error tan común de considerar romano cualquier puente, sólo por ser de piedra, muy antiguo o de época desconocida. Cosa que, aunque parezca sorprendente, ha servido en España para hacer romanos cientos de puentes que no suelen presentar ninguna de las características necesarias para ser tales, incluso han acabado siendo señalizándolos como romanos, para mayor confusión y despiste de la ciudadanía.


EL PUENTE DE ALCÁNTARA.
Situado en la vía de Emerita Augusta y Norba Caesarina a Egitania y Bracara Augusta. Es un puente sobre el río Tajo que se ha mantenido en servicio a lo largo de la Historia, aunque con algunos periodos de interrupción, ocasionados por destrucciones intencionadas en episodios bélicos. Por primera vez, en 1213, cuando sitió la villa Alfonso IX para arrebatársela a los árabes. Carlos I lo reconstruiría en 1543, añadiendo, probablemente entero, el arco de triunfo central almenado. Por último, en 1809, con motivo de la Guerra de la Independencia, es volado uno de los arcos, que se reconstruye definitivamente por el ingeniero Alejandro Milán en 1860. Y es precisamente en esta reconstrucción, donde, a pesar del importante logro de devolver al puente su funcionalidad, se comete el primer error. Se efectúa un rejuntado muy agresivo con mortero, que elimina esa inequívoca personalidad que identificaba a este puente, como a todos los de origen romano: las juntas en seco, a hueso, esas que permiten diferenciar los sillares en la distancia, como piezas de un puzle perfectamente encajado, que hacen resaltar aún más el bellísimo almohadillado, huyendo del anodino aspecto de un paramento enfoscado, y que los constructores romanos dejaron intencionadamente abiertas, como firma de su modo de hacer. El daño estético ya está hecho, pero es que, del rejuntado, no se obtiene absolutamente ningún beneficio, muy al contrario, las reacciones químicas que pueden derivarse del contacto del mortero (en algunos casos de cemento portland) con la piedra, harán más daño que las cuatro yerbas que conseguirán arraigar allí después de muchos siglos.

Isaac Moreno Gallo
Foto del puente de Alcántara de Charles Clifford, en 1859. Hecha justo tras la gran restauración, en tiempo de Isabel II, por el ingeniero Alejandro Millán. En ese momento ya se rejuntaron todas las juntas de los sillares con mortero.

Isaac Moreno Gallo
Detalle del rejuntado con mortero en el aristón del tajamar de una de las pilas del puente de Alcántara. Sobre él, se ha remarcado una junta artificial. La personalidad de la fábrica romana de sillares en seco, queda así perdida.

Pero aún existe una intervención más moderna que, en este caso, será más crucial para la estabilidad final de la estructura. Con motivo de la construcción de la presa de Alcántara, situada 600 m aguas arriba del puente, se logra dejar en seco el cauce, en 1969. En ese momento se logra visualizar un grave descalce de la pila 4 que, aunque era conocido por operaciones anteriores de buceo, fue su imagen real la que dio idea del alcance del problema. La solución tomada en ese momento, fue la inyección de mortero en la roca de apoyo, ampliamente fisurada, para consolidarla, seguido del refuerzo mediante un zuncho de hormigón que eliminó el hueco que hacía peligrar la estabilidad de la pila y calzó a esta de forma definitiva. Dada la premura de la intervención, debido a que el cauce no podía mantenerse en seco por mucho tiempo (hoy además hubiera sido ecológicamente inasumible) la solución adoptada seguramente fue la única viable que asegurase la pervivencia del puente. Sin embargo, y ya no disculpable por la premura, se decidió la reparación de algunas cornisas con piezas realizadas de hormigón armado que sustituyeran los sillares rotos o desaparecidos. Pues bien, devolver al puente su personalidad inicial, requeriría nada menos que eliminar el rejuntado de mortero y restituir los sillares que faltan, los rotos o los que fueron sustituidos por hormigón.

Isaac Moreno Gallo
Vista del descalce que apareció, bajo la pila 4 del puente de Alcántara, al dejar el río en seco en 1969. A la derecha, máquina de taladrado para la inyección de mortero de cemento.

Isaac Moreno Gallo
Aspecto de la pila 3 del puente en 1969, con el cauce en seco. Obsérvese las hiladas inferiores sin rejuntado, al haber quedado fuera del alcance de los restauradores de 1860.

Isaac Moreno Gallo
Encofrado para el hormigonado del zuncho de hormigón, que reforzó la pila 4 del puente.

Isaac Moreno Gallo
Sillares de la cornisa de las pilas, reconstruidos con hormigón armado, completamente degradado hoy. 


EL PUENTE DE SEGURA.
Se trata de un puente sobre el río Erjas, hoy fronterizo, situado en la vía de Emerita Augusta y Norba Caesarina a Egitania y Bracara Augusta, la misma vía que la del puente de Alcántara, y en el siguiente obstáculo fluvial de importancia a salvar en su recorrido. El puente de cinco ojos, tuvo una reconstrucción importante en el siglo XVI, al haber sido arruinado por una riada catastrófica que sólo dejó en pie sus dos arcos extremos. La reconstrucción, en ese momento, fue de una gran calidad y gusto estético. Los canteros que lo intervinieron, se esforzaron en trabajar la piedra al estilo romano, con almohadillado y encajarla a hueso, dejando ellos mismos constancia de esta intencionalidad, en los legajos que de ese momento se conservan. Posteriores reformas del siglo XIX añadieron fábricas de peor calidad y bien diferenciadas de la original romana, hasta añadir un nuevo pretil y recuperar la rasante horizontal de la calzada. El puente de Segura era uno de los puentes peninsulares donde mejor podía apreciarse la técnica constructiva del puente original romano, debido a las numerosas huellas que en los sillares quedaban, donde eran encajados los instrumentos de manipulación y puesta en obra de la fábrica, así como de los andamiajes y cimbras empleados. En el año 2007, una intervención portuguesa transformó el puente hasta límites insospechados. Realmente se llegó a la destrucción en muchos de los aspectos y, en gran medida, el puente dejó de ser romano para siempre. El puente, como elemento fronterizo que es, es compartido por España y Portugal, y si bien la iniciativa de la intervención fue portuguesa, la administración regional española con competencias en el asunto, ni lo evitó, ni se quejó, ni consta que pusiera el menor impedimento. La intervención consistió en taladrar el puente verticalmente desde la calzada, en numerosos puntos, inyectando lechada de cemento, con la intención de macizarlo y eliminar cualquier hueco existente en su interior. Este tipo de puentes romanos están macizados ya por sillares trabados con cal y, por tanto, esta actuación se antoja inútil a la vez de perjudicial. Las reacciones químicas provocadas por el mortero de cemento portland, así como la rigidificación de una estructura, que ha funcionado perfectamente durante siglos, pueden ocasionar nuevos daños colaterales hasta ahora inexistentes, como fisuraciones, etc. En la base de los pilares se construyó un zuncho de hormigón armado, completamente innecesario, que los abraza completamente. Este bloque, evita para siempre la contemplación de los entalles de la roca natural para el asiento de los sillares romanos, los entalles en los propios sillares para el paso de los piederechos del andamiaje y sujeción de las cimbras que los técnicos romanos realizaron, y otra serie de marcas más que podían verse, como los huecos de las grapas en doble cola de milano, etc. Esta enorme mole de hormigón, rigidifica además el conjunto, evitando los micromovimientos de los sillares que dan cierta elasticidad a este tipo de puentes. Se rejuntaron con mortero todas las juntas en las sogas y tizones, y muy severamente, hasta el extremo de desfigurar el puente y eliminar todas las marcas originales del trabajado y colocación de los sillares, huellas de las cuñas de extracción, etc. Finalmente, y probablemente como consecuencia de las críticas existentes (de particulares y no muy numerosas) y con la única función aparente de ocultar lo peor de esta obra, o sea, las enormes moles de hormigón que abrazan las bases de las pilas, meses más tarde, se construyó un azud aguas abajo, que las mantiene inundadas y ocultas a los ojos curiosos que quieran comprobar el atentado.

Isaac Moreno Gallo
Puente romano Segura (Cáceres). Minucioso tallado de la roca natural para asentar la primera hilada de sillares de granito. Fábricas originales romanas que se mantenían intactas durante los últimos dos mil años y sin peligro alguno inmediato que justificase ninguna intervención. Se ven también las mordazas de los piederechos del andamiaje. Hoy, todo ello ha desaparecido para siempre embutido en hormigón armado.


Isaac Moreno Gallo
Aspecto de la pila 4 del puente de Segura, vista desde aguas arriba, antes y después del salvaje atentado sufrido en 2007.


Isaac Moreno Gallo
Vista del puente de Segura, desde aguas abajo y desde el lado español, antes y después de la supuesta consolidación que lo destruyó en 2007.


Isaac Moreno Gallo
Encofrado de la pila 3 para el enzunchado de hormigón armado. Foto: J. Gil.

Isaac Moreno Gallo
Vista de la pila 4 desde aguas arriba, una vez reforzada con hormigón armado. Foto: J. Gil.

Pionero en la denuncia de esta funesta actuación, fue el investigador, y probablemente el mejor experto en fábricas romanas, el ingeniero Manuel Durán, que publicó en 2010 un trabajo en el que se plasmó certeramente este desastre sin paliativos.
http://www.traianvs.net/pdfs/2010_duran.pdf 
Este puente, por tanto, y ya para la Historia reciente, ejemplifica hoy la incompetencia y la mediocridad de los gestores del patrimonio en esa parte del mundo. Gestores que, partiendo de la desidia y pasando por la torpeza, acabaron en la destrucción de un bien patrimonial de primer orden para Extremadura.
http://traianvsnet.blogspot.com.es/2012/12/destruccion-del-puente-romano-de-segura.html


El PUENTE DE ALCONÉTAR.
Puente romano de la calzada "Vía de la Plata", trasladado en 1970 desde el río Tajo hasta el tramo medio de su afluente el río Guadancil. La mansio Ad Turmulus, le servía de cabeza de puente en época romana. El camino, usado hasta siglos muy recientes, obligó a sucesivas reconstrucciones en el puente, motivo por el que presentaba varias bóvedas modernas, de arco rebajado, de deficiente fábrica y mala estabilidad, con calzada útil mucho más estrecha que el puente original. El conjunto, que permanecía ya muy arruinado en el sitio, fue sin embargo trasladado afortunadamente para impedir su inundación permanente por las aguas del embalse del Tajo que se había construido en esos momentos en Alcántara.

Isaac Moreno Gallo
Puente de Alconétar en su emplazamiento original, antes de su traslado por la inundación del vaso del embalse en 1970.


Isaac Moreno Gallo
El puente de Alconétar trasladado al río Guadancil. Deficiente nivelación de la pila, delatada por el agua de la cola del embalse de Alcántara en el Tajo.

Pero, ya en su nuevo emplazamiento, ha sufrido algunas reparaciones recientes poco afortunadas, en las que, abusando de nuevo del mortero de cemento, se le ha desfigurado hasta convertirlo en un pastiche. El proyecto Alba Plata, que se financió con fondos millonarios europeos, utilizando a la vía romana de nombre homónimo como reclamo, se acabó gastando en gran medida, de forma incongruente, en realizaciones absurdas como esta.


Isaac Moreno Gallo
Arco rebajado moderno del puente de Alconétar. Puede verse la fábrica diferenciada de la parte superior de la pila derecha (sin cornisas) también moderna (s. XVIII) y de peor calidad.



Isaac Moreno Gallo
Torta de hormigón realizada en 2011 sobre una de las bóvedas del puente de Alconétar, con cargo al proyecto Alba Plata. Foto: J. Gil.



Isaac Moreno Gallo
Aspecto del puente de Alconétar trasladado. Se observan las bóvedas modernas de calzada mucho más estrecha que el resto del puente.

Isaac Moreno Gallo

Cemento moderno en el rejuntado de las dovelas de la bóveda romana de sillares almohadillados del puente de Alconétar.


Isaac Moreno GalloIsaac Moreno Gallo
Otra de las aciagas actuaciones del proyecto Alba Plata. Esta vez sobre la propia calzada romana de la Vía de la Plata, en Mirandilla, cerca de Mérida. Tras descubrir la cimentación de la carretera romana, despreciando los materiales menudos de rodadura (jabre), se cubrió el conjunto con un mortero de cal, desfigurando con ello cualquier parecido a la estructura del firme de una vía romana, aspecto que probablemente tampoco entendieron quienes la excavaron.

Otros puentes romanos que deberían tener sus juntas a hueso, sin argamasa que las cierre, ni que les desfigure, ni que oculten sus huellas constructivas, han sufrido el castigo del mortero de cemento, en Extremadura y fuera de ella. Albarregas (Mérida), Salamanca, Chaves (Portugal), Bibei (Orense)… y muy recientemente, las arquerías del acueducto de Tarragona. Y todo apunta que, mientras estas restauraciones queden en manos de técnicos incompetentes e indocumentados, seguirá ocurriendo, y los puentes romanos serán cada vez, y gracias a ellos, menos romanos y menos identificables como tales.
Isaac Moreno Gallo
Puente Bibei, en Puebla de Trives (Orense). En esta foto de finales del siglo XIX, de Jean Laurent, ya se ve como se ha reconstruido el pretil, las puntas de los tajamares, y todas las juntas de los sillares han sido rellenadas con mortero, en un intento de modernizar el aspecto del puente, perdiendo así la personalidad romana de esta fábrica, por otro lado, muy bien conservada.



Isaac Moreno Gallo
Algunos aspectos reconstructivos del puente acueducto de Tarragona. Entalles originales romanos para la manipulación con herramienta de los sillares, uno no afectado por el mortero de rejuntado y otro sí. Rejuntados en general, piezas de hormigón y sillares nuevos de reemplazo.




viernes, 29 de mayo de 2015

miércoles, 1 de mayo de 2013

De aquae ductu urbis Romae

En el año 312 a. C. el primer acueducto llevaba agua de excelente calidad a Roma. Al final de la vida de la gran ciudad fueron once los que la suministraban cerca de mil millones de litros de agua por día. La mitad de este impresionante suministro era para los baños públicos y el resto para los otros consumos de los cerca de dos millones de habitantes de la ciudad. La equivalencia de 250 litros por habitante y día es una cantidad superior a lo que consumen hoy muchas de las ciudades modernas como Londres o Nueva York.

Para saber sobre el funcionamiento, diseño y localización de los más famosos acueductos romanos, tenéis esta aplicación para iPad:
http:// traianvsnet.blogspot.com.es /2013/04/ acueductos-aplicacion-divul gativa-sobre.html

Isaac Moreno Gallo
Un tramo del Anio Novus y el Aqua Claudia, iniciado por Calígula en 38 d. C. y terminado por Claudio en el 52.
Isaac Moreno Gallo
Anio Novus y Aqua Claudia. El Anio Novus recibió su nombre por el río Anio, en la milla 42.ª de la Via Sublacensis, del que originalmente tomaba su agua. Como el Aqua Claudia, se comenzó por Calígula en 38 d. C. y se acabó en el año 52 por Claudio, quien inauguró ambas el 1 de agosto. Desde la milla 7 de la Vía Latina, el Anio Novus se apoyaba sobre las arquerías del Aqua Claudia, en un canal inmediatamente superpuesto sobre el segundo.
Isaac Moreno Gallo
Anio Novus y Aqua Claudia.
La superposición del Anio Novus sobre el Aqua Claudia, acarreó con el tiempo serios problemas de estabilidad de las arquerías. El peso del agua, los esfuerzos ocasionados por su movimiento y las filtraciones, obligaron a reforzar las arquerías con nuevos arcos interiores de ladrillo que aumentaban la rigidez del conjunto.
Isaac Moreno Gallo
Anio Novus y Aqua Claudia.
En este arco solitario se ve el refuerzo interior de ladrillo. En los arcos más altos se hicieron arcos de ladrillo de dos niveles (ver la foto anterior).
Isaac Moreno Gallo
Anio Novus y Aqua Claudia.
Los sillares son fácilmente reaprovechables y, para ello, se saquearon en gran cantidad. En este caso solo han quedado los refuerzos interiores de ladrillo, de lo que fue el gran acueducto. Todas las piedras han desaparecido.
Isaac Moreno Gallo
Anio Novus y Aqua Claudia.
En las moles de ladrillo para refuerzo de las arquerías, aún se ven las huellas de los sillares a los que se adosaban y que han sido saqueados.
Isaac Moreno Gallo
Anio Novus.
Otro aspecto del Anio Novus, en el Valle della Mola. El Ponte degli Arci, devorado por la vegetación, con el torreón medieval superpuesto para la defensa del valle.
Isaac Moreno Gallo
Anio Novus en el Valle della Mola. El Ponte degli Arci con el torreón medieval superpuesto para la defensa del valle. El camino tradicional bajo su arco.
Isaac Moreno Gallo
Los acueductos, tras siglos de abandono, si no se saqueaban sus piedras, se aprovechaban para cualquier uso.
Isaac Moreno Gallo
El Anio Novus y el Aqua Marcia en el Ponte Diruto (Barucelli). Las ruinas de ambas arquerías devoradas por la vegetación.
Isaac Moreno Gallo
El Anio Novus en el Ponte Diruto (Barucelli). Una compleja obra en opus latericium, con algunos paramentos en opus reticulatum y contrafuertes de refuerzo posteriores.
Isaac Moreno Gallo
El Anio Novus en el Ponte Diruto (Barucelli). La rotura del canal deja ver la masa de concreción calcárea que tenía adherida.
Isaac Moreno Gallo
Otro aspecto del Anio Novus, después de ser despejado de viviendas construcciones varias que lo reaprovechaban.
Isaac Moreno Gallo
Anio Vetus en el Valle della Mola di S.Gregorio.
Acueducto construido entre el 272 y el 270 a. C. por los censores Manio Curio Dentato y Flavio Flaco, con el botín de la victoria contra Pirro. Recogía las aguas del río Anión en la zona de Tívoli. La conducción era en su mayor parte subterránea, con la excepción de algunos puntos y llegaba a la ciudad en el mismo lugar del Aqua Appia para terminar próximo a la Porta Esquilina.
Isaac Moreno Gallo
Moles de opus latericium en el Aqua Anio Vetus. Valle della Mola di S.Gregorio.
Isaac Moreno Gallo
Moles de opus latericium en el Aqua Anio Vetus. Valle della Mola di S.Gregorio.
Isaac Moreno Gallo
Anio Vetus en el Valle della Mola di S.Gregorio.
Lejos de Roma el discurrir de los acueductos se producía entre valles y montañas, con obras espectaculares en su tiempo y bien mantenidas por los curatores de las aguas.
Hoy, el Anio Novus, en el Valle della Mola, presenta este aspecto. El Ponte degli Arci, inservible desde hace siglos, ha sido inexorablemente devorado por la vegetación.
Isaac Moreno Gallo
Calcificaciones producidas por las fugas de hace 2000 años, en el Aqua Anio Vetus.
Isaac Moreno Gallo
Aqua Claudia y Anio Novus llegando a Roma.
Isaac Moreno Gallo
El canal del Aqua Marcia, con el Aqua Tepula en la parte superior, cerca de la vía Lemonia en Roma.
Isaac Moreno Gallo
Los cajeros rotos del Aqua Marcia dejan ver las ranuras de unión entre sillares. Rellenas de mortero, impermeabilizaban la obra.
Isaac Moreno Gallo
El canal del Aqua Marcia en opus quadratum. El del Aqua Tepula, en opus caementicium.
Isaac Moreno Gallo
El Aqua Marcia en el Ponte Lupo, en Gallicano (Lacio). Obra reforzada y ampliada en sucesivas fases.
Isaac Moreno Gallo
El Aqua Marcia en el Ponte Lupo, en Gallicano. Concreción calcárea en la unión de la parte primitiva de sillería con la de refuerzo de ladrillo, provocada por las fugas.
Isaac Moreno Gallo
El Aqua Marcia en el Ponte Lupo (Gallicano). Refuerzo de sujeción del arco, debilitado por las filtraciones, mediante macizado con una mole de hormigón.
Isaac Moreno Gallo
El Aqua Marcia en el Ponte Lupo, en Gallicano. Fábrica de sillería y opus reticulatum en la parte superior.
Isaac Moreno Gallo
El Aqua Marcia en el Ponte Lupo (Gallicano). Interior del canal sobre las arquerías. A la derecha, huecos para poner las lucernas, mientras se picaba la concreción calcárea .
Isaac Moreno Gallo
El Anio Novus en el fosso Empiglione. Concreción calcárea con las huellas del repicado para recuperar la sección del canal.
Isaac Moreno Gallo
 El Anio Novus en el fosso Empiglione. Arquerías rotas con el canal entero.
Isaac Moreno Gallo
El Aqua Marcia en el Ponte Lupo (Gallicano). Refuerzos con arquerías laterales adosadas de ladrillo.
Isaac Moreno Gallo
El Aqua Marcia en el Ponte Lupo (Gallicano). Arquería primitiva en sillería y refuerzos con arquerías laterales adosadas de ladrillo.
Isaac Moreno Gallo
El Aqua Marcia en el Ponte Lupo (Gallicano). La arquería primitiva, de sillería, se deja ver debajo del refuerzo posterior de ladrillo.
Isaac Moreno Gallo
El Aqua Neroniana. Altísimos arcos de ladrillo para un acueducto derivado del Aqua Claudia. Es un ramal secundario, construido por obra de Nerón, (Arcus Neroniani) se dirigía hacia el Celio, en la parte ocupada por el Domus Aurea. Éste ramal fue sucesivamente prolongado por Domiciano para abastecer los palacios imperiales en el Palatino.
Isaac Moreno Gallo
El Aqua Neroniana. Altísimos arcos de ladrillo.
Isaac Moreno Gallo
El Aqua Neroniana llegando al Palatino.
Isaac Moreno Gallo
Aqua Neroniana. Resto famoso en el centro de Roma.
Isaac Moreno Gallo
El Aqua Claudia y el Anio Novus sobre la Porta Maggiore.
Isaac Moreno Gallo
El Aqua Neroniana en un dibujo de Piranesi (1.770).
Isaac Moreno Gallo
Los acueductos Aqua Claudia y Aqua Anio Novus, quedaron integrados en la Muralla Aureliana sobre una puerta, en el año 271, la Porta Maggiore. Esta última era la monumentalización de los arcos de las vías Prenestina y Labicana. Estos son los textos de la Porta Maggiore en su cara noroeste.

Ti(berius) Claudius Drusi f(ilius) Caisar Augustus Germanicus pontif(ex) maxim(us), |
tribunicia potestate XII, co(n)s(ul) V, imperator XXVII, pater patriae, |
aquas Claudiam ex fontibus, qui vocabantur Caeruleus et Curtius a milliario XXXXV, |
item Anienem nouam a milliario LXII sua impensa in urbem perducendas curauit.
-------------------------- -
Imp(erator) Caesar Vespasianus August(us) pontif(ex) max(imus), trib(unicia) pot(estate) II, imp(erator) VI, co(n)s(ul) desig(natus) IIII, p(ater) p(atriae), |
aquas Curtiam et Caeruleam perductas a diuo Claudio et postea intermissas dilapsasque | per annos nouem sua impensa urbi restituit
-------------------------- -
Imp(erator) T(itus) Caesar diui f(ilius) Vespasianus Augustus pontifex maximus, tribunic(ia) |
potestate X, imperator XVII, pater patriae, censor, co(n)s(ul) VIII |
aquas Curtiam et Caeruleam perductas a diuo Claudio et postea |
a diuo Vespasiano patre suo urbi restitutas, cum a capite aquarum a solo uetustate dilapsae essent, noua forma reducendas sua impensa curauit.

Tiberio Claudio César Augusto Germánico, hijo de Druso, máximo pontífice, en su duodécimo año de poder tribunicio, cónsul por cinco veces, imperator por veintisiete veces, padre de la patria, procuró, a expensas suyas, que el agua Claudia traída desde las fuentes conocidas como Cerúlea y Curtia, a 45 millas, y también del Anio nuevo, a 62 millas, fueran traídas a la Urbe.
-------------------------- -
El emperador César Vespasiano Agusto, pontífice máximo, en el segundo año de poder tribunicio, imperator por seis veces, cónsul designado por 4 veces, padre de la patria, a expensas suyas restauró para la Urbe las aguas Curtia y Cerúlea, traídas por el divino Claudio que posteriormente habían caído en mal estado y se habían interrumpido.
-------------------------- ----
El emperador Tito César Vespasiano Augusto, hijo del divino Vespasiano, pontífice máximo, en su décimo año de poder tribunicio, imperator por decimoséptima vez, padre de la patria, censor, cónsul por octava vez, se aseguró que, a expensas suyas, las aguas Curtia y Cerúlea, que habían sido traídas por el divino Claudio y restauradas, luego, para la Urbe, por el divino Vespasiano, su padre, fueran traídas mediante un nuevo canal, al haber caído en mal estado en su propio nacimiento, debido a su antigüedad.

Por: Ignasi Vidiella Puñet
Isaac Moreno Gallo
 El Aqua Claudia y el Anio Novus. Porta Maggiore en el siglo XIX y en la actualidad..

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